¿Cuáles son las circunstancias que enlazan episodios del Renacimiento italiano, del Berlín de comienzos de la Guerra Fría, del Ecuador de contrastes en los años cincuenta, y del Ecuador de estos días, moderno y seductor?
¿Pueden existir eventos que conecten las bellas artes con la fragancia del cilantro, la amistad con un humilde guiso de patatas? El Canto de la Essentia atrapa a los protagonistas en una noble aventura cargada de enigmas que no logran comprender pero que, a pesar de ello, viven con sagacidad y entusiasmo.
Son la amistad, el amor y la obstinación los atributos que amalgaman las historias que aquí se presentan, eventos entrañables y heroicos, vividos y contados con las apetencias y los arrebatos personales del autor.
Literatura, arte y gastronomía. Las tres grandes pasiones de Gustavo Vaca Delgado que orbitan alrededor de su nueva obra literaria: El Canto de la Essentia. Un romance atemporal y multinacional que nace a raíz de la mirada universalista de su autor, así como de su desencanto por todo aquello que separe a los seres humanos, ya sean fronteras políticas o diferencias ideológicas nacidas de nacionalismos.
El Canto de la Essentia la escribí hace tres años, pero mantuve el manuscrito en el cajón por mucho tiempo.
- El Canto de la Essentia se trata de su segunda novela, seis años después de la publicación de Cuando los caminos convergen, ¿Considera su recorrido como escritor una aventura en sí misma, todavía en proceso?
Sin duda, es una aventura que ya inició cuando yo era niño y mis padres no escatimaban jamás en comprarme libros. No voy a ser muy original aquí; mi aventura inicia como lector apasionado que soy desde la niñez.
Sería recién a la edad de treinta y cinco, más o menos, que me planteé escribir yo mismo una novela y creé los cimientos de Cuando los caminos convergen. Pero, finalmente, tardé dieciséis años en escribirla por motivos y obligaciones de la vida, hasta que pude tomarme un año sabático para solo escribir la novela que llevaba demasiado tiempo en mi cabeza y necesitaba soltar
El Canto de la Essentia la escribí hace tres años, pero mantuve el manuscrito en el cajón por mucho tiempo. Fue la pandemia y la repentina consciencia de lo frágil que es todo, sumado al miedo de dejarme cosas en el tintero, que me animé a publicarla. Sí, sigo en el proceso, y es ahora que considero que tengo bagaje de lector y de vida para escribir
- Echando la vista atrás, ¿Hubo alguna razón en específico por la que escogió la literatura como medio de manifestarse artísticamente (o políticamente)?
Las expresiones artísticas siempre me han acompañado, desde niño, cuando estudiaba guitarra en la escuela de música y luego continué haciendo música toda mi vida, hasta hoy,
Sigo a mis 57 años con mi guitarra de palo y mi voz, ya cantando más desde la nostalgia que creando cosas nuevas. Pasé por todas las fases: fui clásico, políticamente protestón, rockn’rolero, folclórico latino, amante del jazz y del flamenco, baladista… La música me ha ayudado a expresarme según mis etapas y convicciones. Y en algún momento, ya de adulto, inicié a pintar y a dibujar, a hacer mis humildes exposiciones, a vender cuadros sin más ambición que la de dar rienda suelta a mi pasión por las bellas artes.
Hace 20 años, en el 2001, me tenías, aunque viviendo en Madrid, viajando muchos fines de semana a Sevilla para vender mis cuadros en el mercadillo de arte que se monta los domingos en la Plaza del Museo. Yo no vivía de pintar, era un hombre de profesión encorbatada, y eso me daba mucha libertad a la hora de elegir temas y técnicas. Y así hasta hoy. Escribir es otra manera complementaria de hacerme presente y aportar. No quisiera que me faltará ninguna de las tres; la música, la pintura y la literatura son mis campos de cultivo.
- ¿Y por qué decidió contar historias de ficción?, ¿Ha pensado alguna vez en escribir desde su punto de vista personal?
Mis dos novelas, aunque sus tramas principales son ficciones, tienen mucho de personal. Ya sea por las ambientaciones, los personajes que están inspirados en personas que conozco, algunas muy allegadas. Utilizo sus caras y cuerpos para mis personajes ficticios y traerle así más realidad a lo que cuento. Lo hago para mí, me resulta más sencillo escribir así. Y, sin duda, también se filtran convicciones personales, pensamientos que me identifican. No creo poder escribir de otra manera. Por eso, en El Canto de La Essentia hay una gran parte de narración en primera persona. Soy yo el que narra y nadie más.
Y desde hace un tiempo complemento la ficción con escritos y opiniones sobre los más diversos temas, mis temas, en mi blog de autor. Ese es el Gustavo más transparente.
- La aventura y el viaje parecen ser constantes entre sus inquietudes como escritor, ¿De qué referentes parte?, ¿Qué otros autores le han ayudado como lector (y más adelante, como escritor)?
La respuesta a esto es larga…
En mi página personal de Facebook, al menos una vez a la semana, les hablo a mis amigos de los libros que marcaron mi vida. Y de sus autores.
Cada época estuvo cargada de referentes, porque todo ha ido sumando, también a mi forma de escribir o intentar construir una novela.
De niño amaba a Astrid Lindgren, Enid Blyton, Erich Kästner, de joven a Karl May, Fenimore-Cooper, Dickens, Agatha Christie. Luego fui un fiel lector de novelas de espías, las tramas y los peligros de la guerra fría. Entonces leía mucho de Frederick Forsyth, Follet, John Le Carré, Ira Levin…
He de confesar que durante muchos años leía más a autores anglosajones, la lectura en español me llegó más tarde. He sido admirador de varias obras de los autores del llamado boom latinoamericano, y de autores españoles de lo más variopintos, Álvaro de la Iglesia, Ana María Matute, Leopoldo Azancot, por decir nombres cuyas novelas hasta hoy recuerdo como deliciosas o importantes en mi vida. Adoro a muchos clásicos, con Alejandro Dumas en primerísimo lugar. Admiro a Vázquez-Figueroa por su inventiva, a Pérez-Reverte por su pluma y a Javier Moro por su capacidad investigadora y por novelar tan bien hechos reales. Son tantos, muchos…
- Usted nació en Alemania y es de descendencia española por parte de madre, y ecuatoriana por parte de padre, ¿Hasta qué punto el tener raíces tan dispersas por el globo ha influenciado su perspectiva del mundo que le rodea, de las sociedades humanas, en específico?
Ser hijo de la emigración es lo más importante que me ha pasado en la vida. Empezando por el reconocimiento a la valentía de unos padres que a comienzos de los años 60 emigraron hacia Alemania, cada uno por su cuenta, en años cuando emigrar era romper, desarraigar, cartas vía aérea que tardaban dos o tres semanas en llegar, la dificultad del idioma, las estrecheces económicas… Allí se conocieron, se quedaron 20 años y cimentaron, inconscientemente, la perspectiva de vida que me marca hasta hoy, mis convicciones fieles a favor de los mestizajes, de un mundo abierto y global, y mi rechazo hacia los nacionalismos. Me siento un privilegiado por cargar con tres patrias en el corazón, y con los muchos países que he podido conocer, admirar y amar sus culturas. Los humanos somos brutos.
En vez de confiar en que juntos, coordinados, de corazones y fronteras abiertas podemos enfrentar problemas realmente cruciales como el cambio climático, las hambrunas, el estancamiento en el subdesarrollo de muchas naciones, enarbolamos banderas de lo nuestro y pregonamos con odio lo que nos distingue sin valorar lo que nos une. Detesto los fanatismos. Ser hijo de la emigración le ha dado buenas dosis de humanidad, humildad y perspectivas a mi vida.
- En su obra, el lector debe adaptarse a estar constantemente cambiando de ubicación geográfica: desde Italia a Alemania, pasando por el Ecuador del pasado y el presente, ¿Es su forma de compartir el placer que siente por el viaje?
He viajado mucho por trabajo, felizmente, a muchos países y ciudades que me marcaron y a los que he intentado volver en algún momento. Y cuando descubres tanto lugar que te cautiva, sumado a los países en los que he vivido, es difícil no sentir el deseo de hacerlos parte de tu novela. En El Canto de la Essentia, por decirlo de alguna manera, viajo más contenido. En Cuando los caminos convergen trasladé la trama y las historias a varios países más porque he llegado a quererlos mucho. De alguna manera, siento ganas de compartir esos lugares y sus habitantes con quien me lee.
- En El Canto de la Essentia, aborda una relación amorosa cuyo poder va más allá del mismo tiempo, a lo largo de los siglos, ¿Cree que en la realidad actual un amor así podría existir?
Creo en el amor entregado, mucho más que en el amor receptor. Creo que hay amores que son indestructibles y otros que son frágiles. Creo que el amor tiene que ser de tripas y de inteligencia por igual. El Canto de la Essentia es, principalmente, una novela de amor, de amores en diferentes edades y tiempos. Sin un cierto idealismo, y yo lo tengo con respecto al amor, ¿valdría la pena vivir? La felicidad, a la que todos aspiramos, nos viene por las nuestras relaciones con otras personas, por las buenas. Y el amor llamado “Eros” es crucial en nuestras vidas, independientemente de cuánto dure.
- Lo culinario también es clave en su narración, ¿Cómo desarrolló ese interés tan prominente por la buena cocina?, ¿En qué momento decidió convertirlo en uno de los pilares fundamentales de El Canto de la Essentia?
Mi entusiasmo por la cocina, y me refiero no solo al placer de comer, sino al proceso de cocinar, de alguna manera también es consecuencia de mi condición de hijo de inmigrantes. Mis padres trabajaban y yo inicié a muy temprana edad a calentarme solo mis salchichas, meter una pizza al horno o descongelar una sopa. De ahí, lo siguiente fue jugar cocinando. La merienda cena era nuestra comida fuerte del día en Alemania y yo pronto empecé a experimentar para recibir por las tardes a mis padres con alguna sorpresa culinaria. En esos años en Alemania yo era aún hijo único, mi hermano nació cuando yo ya tenía 19 años. Siempre he sido el que cocina para mi familia, hasta hoy, a diario, y en algún momento de mi vida también me he dedicado profesionalmente a la gastronomía. En realidad, en esta afición en particular, mis intereses van más allá del simple acto de cocinar, me intereso mucho por temas relacionados como el desperdicio de alimentos, la nutrición, el hambre, el esnobismo gastronómico… Creo que ha sido un deseo muy natural incluir mi afición por lo culinario y los productos en la novela. Y casi apostaría a que en futuras novelas también lo haré. El primer germen de El Canto… fue un pensamiento que me surgió un día sobre cómo sería cocinar en el siglo XV…
- Haciendo un rápido repaso, podemos decir que sus tres pasiones (la literatura, el arte y la gastronomía) forman un corpus total que ha terminado por generar a su “yo” escritor, ¿No es cierto?
Totalmente, y a esto hay que sumarle mis posiciones sobre varios aspectos de la vida y el planeta. No son ni mejores ni peores que las de cualquier otro, pero son las mías y aparecen en mis escritos.
Es lo que Pérez-Reverte llama “la mirada”.
- Según nos explica, usted no cree en las fronteras ni en los movimientos e ideologías nacionalistas, ¿A qué se debe esta perspectiva?
Quince años después de perder la guerra, la segunda guerra a nivel mundial que Alemania había provocado, el país ya se erigía, nuevamente, en un fenómeno económico, recuperando la confianza del mundo.
De ahí la necesidad del país de fomentar la inmigración de mano de obra, sobre todo del área mediterránea. Crecí, como todos los niños de mi generación en Alemania, aprendiendo pronto sobre las atrocidades que se cometieron en nombre del nacionalsocialismo. No se nos ocultó nada de niños; era parte de nuestra formación, conocer para aprender y evitar. Ir descubriendo la historia de Alemania me marcó y mucho.
Otra lección que me tuvo la vida fue encontrarme con los contrastes entre Alemania y Ecuador cuando nos mudamos. Yo tenía dieciséis años. Conocí el mundo de las clases sociales, por primera vez, los contrastes entre ricos y pobres de manera palpable, en mi día a día. Me costó primero entenderlo, y luego lo odié. En Alemania jamás me había planteado que podía haber diferencias entre personas. Yo era hijo de inmigrantes, mi mejor amiga tenía un padre arquitecto y el de mi mejor amigo era obrero de construcción. Esa era mi realidad. Y así me enfrenté a esa realidad latina que hasta hoy no ha variado en ese sentido. Soy defensor del liberalismo, pero ante todo, soy muy Homo sapiens y detesto lo que separa, creo en lo que une.
Luego, las lecturas y mi interés por la historia, mi propia vida viviendo en diferentes partes, los viajes, todo me llevó a convicciones. No me importa de qué orden o en nombre de qué o quién se enaltezca los nacionalismos, si son por motivos de castas, religiosos, históricos o, simplemente, por majaderías políticas como gran causa de vida. En mi cosmovisión no caben en ningún lugar del planeta. No vivimos nacionalismos de amor por lo de nuestro, ojalá fuese solo eso. Vivimos los nacionalismos del odio por lo ajeno.
- ¿Piensa usted que sería posible un futuro sin fronteras políticas y burocráticas?, ¿Seguiría escribiendo si esto sucediera?
Así como tengo mi vocación idealista, hablando antes sobre el amor, también tengo que reconocer que mirando hacia el futuro, tengo una visión más bien pesimista.
Creo que el ser humano no ha aprendido nada del pasado como para unirse y empezar a montar un futuro mejor, más unido. ¡Cuánto deseo equivocarme!
No nos da nuestra naturaleza como para ser solidarios, receptivos, abiertos, siempre se impondrá el ego y ese “yo” que está por encima de todo y todos.
Naturalmente generalizo, pero eso es lo que el presente me muestra. La estupidez y el egoísmo presentes. Y me temo que soy de los que en verdad creemos que más que fronteras políticas y burocráticas, en un futuro no muy lejano sufriremos las fronteras de las castas y las élites, a eso nos van a impulsar los avances tecnológicos, la inteligencia artificial. No solo traerán el bien, que sin duda lo harán en algunos campos, sobre todo científicos, sino que también harán que nos separemos en capas de la sociedad. Muchísima gente perderá sus trabajos y no sabrá como reciclarse. Una parte de la sociedad no solo será, sino que se sentirá inútil. Eso destruye.
Seguiré escribiendo mientras me genere la misma ilusión como ahora, temas hay montones que me entusiasman.
- ¿A qué tipo de lector le recomendaría la lectura de El Canto de la Essentia?
Al que tenga ganas de relajarse, divertirse, evadirse, aprender alguna cosa nueva que quizás no sabía… No importa la edad que tenga, su género o su procedencia.
- ¿Qué le llevó a querer editar y publicar el libro junto a Editorial Mirahadas?
La tecnología también tiene cosas maravillosas. Hice mi investigación en internet, descubrí Mirahadas, me estudié a fondo los servicios, opiniones, hablé con una colaboradora encantadora, comparé y me decidí. Y aquí estamos.
- ¿Cómo está siendo el proceso editorial para usted?
Es algo extremadamente gratificante. Escribimos para que nos lean, y no hay sensación más fantástica que la de ver convertida tu historia en un libro editado, ya sea en físico, electrónico o audiolibro. Por cierto, amo los audiolibros como alternativa de lectura.
- Una vez publicado El Canto de Essentia, ¿Continuará por los mismos derroteros narrativos, podemos esperar más obras de Gustavo Vaca Delgado para un futuro?
Estoy escribiendo desde hace un tiempo una nueva novela, y estimo que en cuanto a tiempo podría estar lista para primavera del año que viene. Me tiene entusiasmada por tocar en ella un tema que me mueve mucho y al que quise crearle una historia.
Seguiré escribiendo, al menos, esa es mi intención y deseo. Luego ya la vida dirá.